Agustín Portillo, sin lugar a duda, ha contribuido enormemente al florecimiento del folklore boliviano, durante los últimos treinta años. Músico autodidacta y gran quenista (quena: flauta andina), fundó su primer grupo musical, Puma Punku, en 1977 y ha consagrado su vida a la música.
Años más tarde, aceptó un nuevo desafío: la fabricación de instrumentos de viento. Para ello, invirtió días enteros en su formación “antes, se perforaban los orificios de las quenas con la ayuda de una punta de metal caliente y se afinaban los instrumentos al oído”. Pese a esas técnicas rudimentales, el sonido de sus instrumentos musicales estuvo siempre acorde a sus exigencias.
Gracias a su arte, Agustín se establece en Europa, durante ocho años, donde perfecciona su técnica, al igual que los demás miembros de su familia. Y, “como de tal palo, tal astilla”, sus hijos son dos músicos muy prometedores.
Actualmente (2010), Agustín continúa alegrando a su entorno con las melodías de sus instrumentos.
Con la ayuda de su esposa, María Luisa, fabrican una extensa variedad de instrumentos de viento (quenas, quenachos, zampoñas, antaras, tarkas, etc.). Agustín compra la materia prima, la caña, en Alto Beni (región al norte del departamento de La Paz). El luthier y su esposa transforman la caña, una vez seca, limándola manualmente hasta obtener la forma requerida. En el caso de las tarkas el procedimiento es más simple, puesto que lo caoba ya esta cortada con la medida pretendida. Para afinar sus instrumentos, Agustín utiliza un diapasón cromático.
Como resultado final, se obtiene un producto de altísima calidad y de gran valor artístico.