Bolivia no es indiferente ante la sonrisa de de miles de niños, que cada año reciben regalos de gente solidaria, que sumando fuerzas consiguen alegrar los corazones de estas pequeñas almas. Quienes con los ojos brillosos y la sonrisa en los labios agradecen al niño Dios por los juguetes obsequiados.
A principios de diciembre, las ciudades bolivianas toman un aire de fiesta, desde las luces que adornan la vía pública y las vitrinas, hasta los puestos de comercio informal con música navideña. En el interior de las casas, igualmente, se arman los pesebres con tónicas andinas, o criollas.
En la ciudad de La Paz, muchos niños interpretan villancicos, acompañados por instrumentos nativos que ellos mismos fabrican: pinkillo (flauta andina), charango
(pequeña guitarra andina) tarka (flauta con boquilla). Estos niños, en su mayoría, migran del campo a la ciudad en la época navideña, para ganar algo de dinero, mientras sus madres venden artesanía.
La tarde del 24, calles, plazas e iglesias se llenan de conciertos y coros infantiles. Las numerosas familias practicantes asisten a la misa de gallo (misa de media noche), para luego reunirse en el hogar, intercambiar regalos y degustar del plato tradicional navideño: Picana.
La Picana es una receta tradicional de nochebuena, elaborada con cuatro carnes (pollo, res, cordero y cerdo), se sirve con caldo, papas, arbejas, zanahorias, y una variedad de ingredientes que le dan un sabor incomparable.
En la mañana del 25, las familias desayunan una taza de chocolate caliente con un pedazo de Panetón (deliciosa masa con frutas abrillantadas y pasas). Es así como la navidad está cargada de solidaridad, alegría, devoción, paz, amor y se convierte en la oportunidad perfecta para compartir con los seres queridos.