El Carnaval Paceño consiste en una alegre entrada que se inicia un domingo antes de carnaval, con el desentierro del Pepino. Continúa el sábado con la entrada del corso infantil. El domingo de carnaval, chutas, cholas y pepinos desfilan con sus respectivas fraternidades a ritmo de Morenada, Kullawada, Caporal, Saya afroboliviana, Moceñada, Tarkeada, etc. El lunes tiene lugar la tradicional Jisq’a Anata, donde se festeja la llegada de la temporada de cosechas. El martes de challa, los creyentes bailan, comen y beben en abundancia, al mismo tiempo que ofrendan a la Pachamama. El domingo de tentación, una semana después de carnaval, se entierra al Pepino.
El Pepino es la figura protagonista de este Carnaval. Su apariencia es similar a la de un payaso, porta un llamativo traje bicolor y mantiene un talante risueño y atrevido. Al ritmo de bombos y platillos, el travieso personaje golpea con un “chorizo” a los activos espectadores de la entrada y luego les salpica con un preparado a base de harina, amparado en el anonimato que le proporciona su colorida máscara.
Se cree que el Pepino nace como una sátira del arlequín español que amenizaba los carnavales en la época republicana. Al parecer, su nombre viene de un payaso uruguayo, José “Pepe” Podestá, “Pepino el 88”, quien, junto a sus hermanos, organiza espectáculos ecuestres en base a creativas parodias que reflejaban aspectos coyunturales de ese entonces. Se piensa que en una de sus giras, su función impresionó tanto al público paceño que decidieron crear una propia versión del personaje.
El domingo de tentación concluye el carnaval con el entierro del Pepino. Cholitas y ch’utas se visten de negro, fingiendo luto, y junto con la multitud simulan llanto mientras cargan la tumba donde yace el disfraz del Pepino. Luego de un largo recorrido, entierran sus restos en el Cementerio General de la ciudad de La Paz.
El carnaval es la fiesta más esperada por los bolivianos y en cada lugar del país lo festejan de diferente forma, pero con el mismo entusiasmo.